En un día abrasador en el Medio Oeste estadounidense, Tim Maxwell expresa sus temores sobre el futuro de la agricultura. Este hombre de 65 años trabaja en el campo desde su adolescencia y ahora es dueño de una granja de cereales y cerdos cerca de Moscow, Iowa, pero no está seguro del futuro.
«Estoy un poco preocupado», dice Maxwell, quien lleva una gorra de béisbol con el logotipo de una empresa maicera. Le preocupa que los agricultores estadounidenses no puedan vender sus cosechas a los mercados internacionales como en años anteriores, en parte debido a las consecuencias de los aranceles del presidente Trump.
Maxwell señala que seguirá apoyando a Trump, a pesar de sus preocupaciones financieras. «Nuestro presidente nos dijo que iba a tomar tiempo implementar todos estos aranceles. Voy a ser paciente. Creo en nuestro presidente», insiste.
Los grupos agrícolas estadounidenses advierten que los productores enfrentan dificultades este año, principalmente debido a las tensiones económicas con China. Desde abril, ambos países están en una guerra comercial, lo que ha provocado una fuerte caída en la demanda china por cultivos estadounidenses. Esta situación ha puesto a prueba el apoyo de muchos agricultores a Trump, a pesar de las preocupaciones que enfrentan.
La situación se complica aún más con el aumento de quiebras entre pequeñas empresas, que alcanza su máximo en cinco años, y las advertencias de asociaciones agrícolas sobre la baja en los pedidos de productos clave como la soya.
Los agricultores del Medio Oeste, que tradicionalmente han apoyado a Trump, se encuentran en una encrucijada. Mientras que la mayoría sigue alineada con el presidente, la presión económica y las políticas comerciales están causando incertidumbre sobre el futuro de sus negocios y su lealtad política.