Con los vientos políticos soplando hacia posiciones conservadoras en América Latina y con elecciones presidenciales previstas para el próximo año, Brasil puede ser el siguiente país de la región en manos de la derecha. Para evitar que eso suceda, el principal candidato es el actual presidente, Luiz Inácio Lula da Silva. Lula, quien asumió su tercer mandato en 2023, aspira a consolidar una trayectoria rooseveltiana, extendiendo su presencia política y alcanzando un cuarto mandato democrático.
Sin embargo, el panorama está lejos de ser lineal. A pesar de que los resultados económicos han sido positivos en su tercer mandato, la popularidad del presidente no reflejó inicialmente esa bonanza. El PIB creció, la inflación se mantuvo bajo control y se generaron nuevos empleos, pero hasta mediados de 2025 la mayoría absoluta de los brasileños desaprobaba su gobierno.
Esta paradoja entre desempeño macroeconómico y baja popularidad alimenta la idea de que Lula podría enfrentarse a un “escenario Biden”, en referencia a la experiencia del expresidente de Estados Unidos. Durante el mandato de Biden, las cifras macroeconómicas fueron sólidas, y a pesar de ello, los demócratas no lograron traducir este cuadro alentador en éxito electoral.
Hasta mediados de 2025, Brasil parecía encaminado hacia un desenlace similar. Con un PIB en crecimiento del 3.4% en 2024 y una inflación controlada, la economía brasileña brillaba en el panorama global. Sin embargo, la desaprobación de la gestión de Lula seguía marcando tendencia en las encuestas, creando una desincronización entre el desempeño económico y la percepción social.
A partir de julio de 2025, ciertos factores externos comenzaron a alterar esta dinámica. La amenaza del gobierno de Donald Trump de imponer aranceles a las exportaciones brasileñas, en un intento por presionar a Lula, terminó fortaleciéndolo ante la población. Al presentarse como defensor de la soberanía nacional, Lula logró captar la atención y el apoyo de un electorado que sentía la injerencia como una violación de sus derechos.
Este fenómeno se compara con el “rally around the flag”, donde una amenaza externa moviliza apoyo interno al líder del país. La narrativa del “efecto Moby Dick” se propone como un paralelismo, uniendo a la población en torno a Lula frente a la adversidad.
Mientras tanto, la historia política de otras naciones, como el reciente cambio de rumbo en Canadá con Justin Trudeau, demuestra que la defensa de la soberanía puede ser una estrategia efectiva para ganar respaldo en tiempos de crisis.
De este modo, el futuro electoral de Lula en 2026 dependerá de cómo logre transformar sus logros económicos en apoyo político sostenido y cómo capitalice la confrontación con potencias extranjeras. Si se impone la percepción de desconexión entre economía y vida cotidiana, su reelección podría verse comprometida. Pero si Lula se establece como el defensor de la soberanía brasileña, sus posibilidades de alcanzar un cuarto mandato aumentarían considerablemente.