Robert Redford: El Último Caballero del Cine Americano
La leyenda del cine, figura clave tanto delante como detrás de la cámara, cuya carrera abarcó seis décadas, falleció la madrugada del 16 de septiembre de 2025 en su casa de Utah

El actor y director estadounidense Robert Redford aplaude en el escenario durante la 44.ª edición de los Premios César de Cine, celebrada en la Salle Pleyel de París el 22 de febrero de 2019.

Miami, Florida – 17 de septiembre de 2025. Murió Robert Redford, y con él desaparece no solo una de las últimas estrellas doradas de Hollywood, sino también un hombre que supo hacer del cine algo más que espectáculo: un acto de conciencia, una búsqueda de verdad, una forma de resistencia. A los 89 años, en su casa en Sundance, Utah, Redford dejó este mundo el martes rodeado de montañas, silencio y legado. Como él mismo lo había querido.

Pocas figuras encarnan tan bien el equilibrio entre fama y sustancia. Porque sí, Redford fue un galán —de esos rostros que Hollywood supo mitificar con deleite—, pero fue también un artista curioso, un director sensible, un activista lúcido y, sobre todo, un creador de caminos. Su nombre está inscrito en los créditos de algunas de las mejores películas del siglo XX, pero su mayor obra quizás no sea una película, sino un lugar: Sundance, ese festival que fundó para dar voz a los que no la tenían, ese espacio donde el cine independiente floreció lejos de los dictados del marketing.

Redford nunca quiso ser simplemente una estrella. Desde los años 60, cuando empezó a aparecer en televisión y teatro, hasta sus años como director y mentor de nuevas generaciones, su carrera fue la de un hombre inquieto. Un artista que podía alternar entre el western, el thriller político, el drama íntimo o la épica ambiental, sin dejar de ser fiel a una idea: que el cine debía decir algo, aunque doliera.

Su rostro quedó grabado en el imaginario colectivo con "Butch Cassidy and the Sundance Kid" (1969), donde compartía pantalla con Paul Newman. Aquella pareja de forajidos románticos, fugitivos de un mundo que ya no los necesitaba, resumía algo de Redford: la mezcla entre encanto y melancolía, entre carisma y vulnerabilidad. Fue su consagración como ídolo de masas, pero también el primer paso de una filmografía que nunca se contentaría con ser cómoda.

El legado de Redford continuará resonando en la historia del cine, recordándonos que la creación de historias va más allá del entretenimiento; es una herramienta poderosa para el cambio social y la reflexión personal. La industria, los cineastas y el público le rendirán homenaje recordando su compromiso por hacer del cine un medio significativo y culturalmente relevante.

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